El éxodo de decenas de miles de migrantes que, en busca de llegar a los Estados Unidos, pasan por el territorio nacional, es uno de los problemas más agudos que han preocupado a los gobernantes mexicanos.
Y es que, a los problemas humanitarios que reviste el hecho de ofrecer servicios adecuados a las personas que están en tránsito, se suma una recepción que no siempre es positiva en las zonas que comprenden las rutas empleadas por los migrantes.
“Somos una sociedad que tiene una cantidad enorme de migrantes, somos el primer país expulsor de migrantes y desplazados forzados, entonces debemos tener una actitud más empática con todos los problemas que esto supone”, argumenta la doctora en Estudios Latinoamericanos Margarita Vargas.
Para Vargas, existe una diferenciación visible en la forma en la que se recibe a las migraciones según su origen en distintas regiones del país, lo cual hace más complicado tener una visión global de la problemática.
“Es un problema muy complejo porque lleva a los seres humanos al límite, a los desplazados forzados y a las personas de la sociedades de acogida, que reciben forzosamente o no a estas poblaciones migrantes
“La migración es un negocio millonario por el que pagan muchísimas personas por lo más mínimo, por un vaso con agua, por protección en un trecho. Hay una vulnerabilidad muy grande de las personas que entran a ese circuito, por otra parte ya muy bien organizado”, detalla.
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