El cerebro, al igual que el resto del organismo, está formado por miles de millones de células. Cada tipo con una función determinada, pero todas ellas perfectamente sincronizadas y conectadas.
Podría compararse a uno de esos relojes antiguos con cientos de engranajes de todo tipo que trabajan al unísono para dar la hora exacta.
Nuestro cerebro se compone de dos mitades: los hemisferios cerebrales. Pero al contrario de lo que pueda parecer, no son dos estructuras aisladas e independientes: ambos están extraordinariamente conectados por un "cableado" que los comunica.
Hablamos del cuerpo calloso, formado por más de 200 millones de fibras nerviosas que llevan información de un hemisferio a otro.
Esta organización permite llevar a cabo y coordinar todas las funciones -muchas de ellas muy complejas- propias del sistema nervioso. Y para ello, los hemisferios se reparten el trabajo.
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